Exceptiología
Texto Eduardo Almiñana
¿La excepción confirma la regla, o si hay excepción no hay regla, como sostienen algunos? Esta pregunta obliga a explorar una dimensión filosófica de respuestas, a caballo entre la absoluta racionalidad científica y el empeño por revelar el lado irracional -y por tanto o misterioso e imprevisible- de la existencia.
Si a finales del diecinueve y principios del veinte los museos pretendían facilitar un aprendizaje de norma natural mediante la observación, ahora Exceptiología, el arte-ciencia, pone sobre el banco la obra palpitante, la vida anómala, la posibilidad -o imposibilidad- más remota que constituye la excepción. ¿Cómo se clasifica lo inclasificable? ¿Cómo se cataloga al monstruo que vuela por debajo del radar de lo habitual? ¿Qué lógica subyace a los índices taxonómicos, se puede reconstruir esa lógica en busca de la poética de lo irracional?
Pero es que además, en la era de la verdad patrocinada, del eclecticismo de uniforme, el bug cobra una relevancia capital: sin categoría, es una puerta abierta más que un hecho; sin etiqueta, la excepción propone. Excepción es la raíz de excepcional que es sinónimo de extraordinario que significa que algo se encuentra fuera de la norma. Pero a la vez excepcional y extraordinario son términos que nos remiten a un gran valor, y esto es así porque el Homo ludens, saciado de necesaria cotidianidad, encuentra en lo anómalo un estímulo, una ventana, una llamada. Lo común nunca se percibe como un acontecimiento. Solo lo inesperado, lo poco frecuente, la rareza.
En estos tiempos del Antropoceno por los que discurrimos ya no hay oscuridades en los mapas; no hay forma aérea, terrestre o acuática de esconderse del escrutinio al que nos sometemos voluntariamente y con mansedumbre. La tierra prometida de los enigmas y los misterios exige ahora un viaje introspectivo, paralelo, primitivo. El indígena por contactar ya solo puede encontrarse en un territorio, el único en el que aún es cierto aquello de hic sunt dracones, el inconsciente, la terra ignota que se superpone a nuestra fisicidad y en la que se esconden las ideas que se manifiestan en forma de ídolos de bronce o acuarelas repletas de detalles en esta exposición. Al otro lado la alter-realidad es exuberante. La otredad nebulosa puede protegernos del tedio.
En esta dimensión de lo posible reptan osificaciones atrevidas, sacuden sus alas abruptas seres incómodos, se coleccionan apéndices vanos, ojos abundantes, membranas excesivas, espiráculos parlantes, sentidos efímeros, crestas saurias, vientres áridos, antenas fósiles, corazones retráctiles, pistilos extremófilos, aletas líquidas, corolas caudales, branquias flotantes, bocas compuestas. Están ahí los caminos divergentes repletos de maleza, todavía intangibles, esperando a quien se decida a explorar, a quien tenga la voluntad de meter el brazo hasta el hombro por el agujero para tocar el más allá. El continente perdido ajeno a la mirada consciente. La auténtica Lemuria, Atlántida, Thule o Mu. Lo que es alcanzable si se quiere. El arte se abre camino a machetazos entre lo insólito y toma notas, dibuja lo que no se deja fotografiar, radiografía, perfora con un alfiler y coloca en la vitrina lo que de otra manera yacería en un lecho húmedo y oscuro en los márgenes de lo conocido. No obstante, espectral no es sinónimo de incognoscible. Lo que encontrará el visitante de lo interior es real.
Este fetiche de lo real es un de las reivindicaciones de la Exceptiología de Laura Salguero, que se apropia de los modelos expositivos clásicos de los museos y se los lleva a su terreno numinoso para revestir la anomalía de una extraña normalidad; la otra es la gran intención que subyace: recuperar el poder del arte para generar conocimiento, que es lo mismo que decir recuperar el poder de las emociones para generar conocimiento, porque la emoción, aunque haya sido injustamente degradada por el peso necesario de la razón, es en realidad la última frontera, un campo abierto cubierto de niebla, un espacio donde todo está todavía por entender, por explorar, por aprehender. La emoción trasciende el etnocentrismo -lo demuestra la música, el arte, la poesía- como la excepción trasciende sus circunstancias. Aquí justo donde estamos.
Eduardo Almiñana